lunes, 17 de octubre de 2011

Psicoanálisis: amor y humor

Psicoanálisis: amor y humor

Camilo Ramírez Garza

“El psicoanálisis se ocupa del sujeto rechazado de la ciencia”

Jacques Lacan

Fue necesario crear una clínica que se ocupara de lo que falla, de las paradojas de los humanos, de los avatares y vericuetos del amor, de la riqueza pobreza del imperfecto lenguaje...de esas experiencias singulares rechazadas por la ciencia, como una “Ciencia de lo particular” (Lacan) ¡Eso es el psicoanálisis!

Fueron los cuerpos de las histéricas, sus infinitas inconsistencias y paradojas, las que le abrieron a Freud la puerta para inventar el psicoanálisis. Confrontándose con el vacío del significante y su afectación en el cuerpo. Surgiendo de una experiencia por demás cargada de humor, cuando una paciente tajantemente le dijo a Freud “¡Quédese quito, no me hable, no me toque!” (Cfr. Freud, S. Estudios sobre la histeria) que se callara y no la tocara, que la dejara hablar, además de un reconocimiento por parte de Freud de una falla personal: “Mi arte interpretativo estaba embotado ese día; la deje seguir hablando y de pronto recordó que…” (Freud, S Análisis fragmentario de un caso de histeria) Abriéndose a un sinfín de ocurrencias. De las vivencias del diario, sus malestares, a los sueños y de estos al humor de los chistes y vivencias con juego de palabras. (Cfr. Freud, S. Estudios sobre la histeria, La Interpretación de los sueños. El chiste y su relación con lo Inconsciente)


Mientras la clínica médica aspira a una catalogación (por ello el DSM que emplea la psiquiatría y algunas psicologías, fracasa para tratar de descifrar el sentido de un síntoma, pues solo es nomenclatura estilo check list) de síntomas como signos que remitan a cuadros clínicos, para entonces determinar el tratamiento más adecuado, en psicoanálisis el síntoma se toma como un significante vacío, un sin sentido que aparece trastocando el orden, y de lo cual el sujeto no sabe el por qué ni el como. “El sujeto sabe, pero no sabe que sabe” pero que siguiendo cierta lógica curiosa del detalle (método de la asociación libre) decir todo lo que aparezca en el pensamiento, por más sin sentido, ilógico y vergonzoso, Freud se refirió a dicho método con dos metáforas: Diga, pues, todo cuanto se le pase por la mente. Compórtese como lo haría, por ejemplo un viajero, sentado en el tren del lado de la ventanilla que describiera para su vecino del pasillo como cambia el paisaje a su vista" (Freud, S. Sobre la iniciación del tratamiento, 1913) “…exhorta a los enfermos a que se dejen ir en sus comunicaciones <>. (Freud, S El método psicoanalítico de Freud) se puede dar con el sentido –por desplazamiento, metáfora- advirtiendo una cierta retórica de lo Inconsciente. Como los múltiples juegos de palabras que están presentes en el humor, pues hablando “sin tono ni son, a tontas y a locas” se puede dar con eso –como en el error- que no se habría buscado por estar atascado en una cierta lógica racional única.


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LA SABIDURÍA DEL ERROR[1]


Camilo Ramírez Garza

“Cuando se habla. Cuando se equivoca, entonces se encuentra”

CRG

Se intenta instaurar algo de lógica, de orden, de sentido…-¡y quién sabe cuántas cosas más!- y algo falla. Algo irrumpe sin calculo alguno trastocando lo esperado. Más allá o más acá de las molestias suscitadas en quien padece/hace un error, de los numerosos “¡Chingados!, ¡¿Por qués?! respecto a lo que falló, el error abre una grieta en el orden que se pensaba/esperaba intocable, mostrando algo: un sentido genuino que se escapaba.

El error realiza lo irrealizable. A partir de Freud (“Psicopatología de la vida cotidiana”) se atendió algo fundamental del error: que posee un sentido genuino. Que al equivocar, se encuentra. Sabemos que el error, el equívoco y el olvido, son eficaces, en tanto realizan eso (Inconsciente) que no se habría pensado o programado hacer (“Hable de todo lo que se le ocurra, por más sin sentido, vergonzoso e ilógico…” plantea el método psicoanalítico) pero que “rascándole un poco” se puede advertir que dicho error no dejó de estar en relación a una cierta performatividad de los humanos-hablantes, los seres hablantes. “Parlêtre” decía Jacques Lacan, jugando con los verbos en francés: Parler: hablar) y “Être: ser. Pues hacemos diciendo y decimos haciendo, así como abriendo otras experiencias que por andar ocupados o pre-ocupados piense y piense, no se habrían hecho. El error también es una amorosa experiencia, además de descubrimiento, de creación, puesto que no solo puede des-cubrir algo cubierto, sino crear: los efectos de un error pueden ser, para más de uno, una forma de suscitar algo nuevo en la vida, que solo por la vía de lo no calculado del error, de la caída, la falla…. –y demás sabias experiencias- ha tenido lugar. ¡Cuántos olvidos no han suscitado cambios!

Durante mi infancia usé lentes casi permanentemente, después, en mi adolescencia, recuerdo que sentía que empezaron a estorbarme, “casualmente” comencé a extraviarlos con cierta frecuencia. Se repetía y una y otra vez. Se me perdían e iba con la misma orden a graduarme los mismos lentes viejos-nuevos, hasta que ante uno más de “mis olvidos” consulté de nuevo al oftalmólogo, quien me dijo para mi sorpresa que ya no requería usar lentes, que el problema se había corregido. Al dar lugar al olvido planteándome que quizás por alguna razón tenía que estar perdiendo y perdiendo lentes, “Eso” que intentaba transmitir un mensaje (¡no requieres ya lentes!) pudo ser leído.

Ante el error pueden plantearse interrogantes, más allá de las lamentaciones sobre la seguridad perdida, del por qué pasa lo que pasa, sirve orientarse por las pistas del ¿Cómo fue? ¿Qué es lo que el error toca de la existencia? ¿Qué cambios introduce en la vida? ¿Qué se pudo ver a partir del error? ¿Qué me dice mi error? ¿De ser un mensaje, cuál sería? Recuerdo a una analizante quien me compartía que en cierta manera le gustaba chocar su auto, pues ello le permitía detenerse un momento, tomarse un “break”(A la letra: quebrar) además de conocer esa parte de la ciudad que nunca habría observado desde ahí. Decía con humor: “Chocando, hago turismo en mi ciudad, además conozco gente”. El error, el accidente en auto le revelaban otra manera de auto-transitar (trans-por-citar: citas) por la ciudad: auto agenciarse citas, salir de viaje en la misma ciudad. O como a quien se le derramó café encima de un montón de papeles que tenía años prometiéndose que iba a revisar para seleccionar cuales tiraba y cuales no, postergándolo siempre, terminó en breve, desechando toda aquella maraña de papel mojado.

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[1] Artículo publicado el miércoles 2 de marzo de 2011. En el periódico El Porvenir, sección cultural, p. 3